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Posted by : Lady Bellalice Blackthorn
martes, 16 de agosto de 2011
Esto es un adelanto de Ciudad de Almas Perdidas (CoLS). A esta escena en particular se le ha llamado Dirty Sexy Club Scene (DSCS) Lo que viene a continuación fue publicado por Cassandra Clare en su propia pagina pueden ver el original en Ingles, aqui: [DSCS]
Ahora, estén conscientes de que una versión de esto existe en el libro, pero es mucho menos… bueno. Ya lo verán. Escribí esto en México, probablemente con mucho mezcal, y estaba tratando de capturar un humor bastante oscuro, escribiendo sobre el límite de la sensualidad, haciendo cosas que eran probablemente una mala idea, tienen la imagen.
También recuerdo leer pedazos de esto en voz alta a Holly Black, Paolo Cacigalupi, Elllen Kushner, Sarah Rees Brennan, y Delia Sherman, quien nunca dejó de tejer. Así que no puede ser tan sucio… o sí?
Creo que para aquellos quienes realmente odian los spoilers posiblemente quieran evitar esto porque las cosas sobre esto que posiblemente sean las más sorprendentes, no son las partes sexys sino el principio…
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“¿Qué ocurre?” Era Jace, habiendo forcejeado para abrirse paso entre el grupo de bailarines. Más de las cosas brillantes, lo habían cubierto, y gotas plateadas colgaban del dorado de su cabello. “¿Clary?”
“¿Qué ocurre?” Era Jace, habiendo forcejeado para abrirse paso entre el grupo de bailarines. Más de las cosas brillantes, lo habían cubierto, y gotas plateadas colgaban del dorado de su cabello. “¿Clary?”
“Lo siento,” dijo, poniéndose de pie. “Me perdí en la multitud.”
“Me di cuenta,” dijo. “Un segundo estaba bailando contigo, y en el siguiente te habías ido y un muy persistente hombre lobo estaba tratando de abrir los botones de mis jeans.” El tomó la mano de Clary, ligeramente rodeando su muñeca con sus dedos. “¿Quieres irte a casa? ¿O bailar un poco más?”
“Bailar un poco más”, dijo ella sin aliento. “¿Está bien?”
“Vayan.” Sebastian se recargó, con sus manos detrás de él apoyadas en el límite de la fuente, su sonrisa como el borde de una navaja afilada. “No me importa mirar.”
Algo parpadeó a traves de la visión de Clary: el recuerdo de la marca sangrienta de una mano. Se había ido tan pronto como vino y ella frunció el ceño. La noche era demasiado hermosa para pensar cosas feas. Ella miro de vuelta a su hermano por solo un momento antes de que dejara que Jace la guiara de vuelta a través de la multitud hacia su límite, cerca de las sombras, donde la presión de los cuerpos era más ligera. Otra bola de luz coloreada brilló sobre sus cabezas mientras iban, plata dispersa, y ella levantó la cabeza, atrapando las motas dulces-saladas en su lengua.
Jace se detuvo y la giró contra él. Ella pudo sentir el líquido plateado resbalando por su cara como lágrimas. La jaló en contra suyo y las besó, como si estuviera limpiando lágrimas con besos, y sus labios eran tibios en su cara y la hacían estremecer. Ella alcanzó el cierre de su chaqueta militar, lo abrió, deslizó sus manos dentro y sobre el algodón de su camiseta, luego debajo del borde; sus uñas arañando ligeramente sobre sus costillas. El se detuvo y acunó la parte de atrás de su cuello con su mano, inclinándose para susurrarle al oído. Ninguno de los dos podría decirse que estuvieran bailando: la música hipnótica estaba alrededor de ellos, pero Clary apenas la notaba. Una pareja bailando pasó riéndose e hizo un cometario burlón en checo: ella no pudo entenderlo, pero sospechaba que iba por la línea de “búsquense un cuarto”.
Jace hizo un sonido impaciente y entonces la estaba jalando detrás de él de nuevo, a través del resto de la multitud y dentro de uno de los ensombrecidos nichos que llenaban las paredes.
Este nicho era cónico, con un pedestal bajo de piedra en el centro de cual estaba una estatua de ángel, de pie de unos tres pies de alto. Estaba hecho de granito negro, pero sus ojos eran de cristal, como ojos de muñeca, y sus alas eran plateadas. El piso estaba resbaloso y húmedo. Ellos se resbalaron a través de él para dar contra la pared, Jace con su espalda contra esta y entonces estaba besándola, magullando duramente y besos hambrientos. El sabía a sal y dulce también, y gimió cuando ella lamio el sabor de sus labios. Sus manos se enredaron en su cabello. Estaba oscuro en el nicho, así que Jace era solo una silueta de sombras y roo. Ella agarró los bordes de su chaqueta empujándola fuera de sus hombros; cayó al suelo y el la pateó lejos. Sus manos fueron debajo de su camiseta, encajándose en su espalda, los dedos escarbando en la piel ahí, una capa de suavidad sobre músculo duro.
El la besó más duramente cuando ella se aferró a sus hombros, mientras él sorbía su labio inferior dentro de su boca y lo mordía, enviando un golpe de placer mezclado con dolor a través de su cuerpo. Ella se revolvió para acercarse más a él y sintió su aliento acelerarse; ella pudo probar la sangre en su boca, sal y calor. Era como si quisieran desgarrarse el uno al otro, ella pensó, meterse dentro del otro, respirar el aliento del otro, y compartir los latidos del otro, incluso si eso los mataba a ambos. Había sangre debajo de sus uñas donde ella las había clavado en su espalda.
Jace la presionó hacia adelante, girándolos a ambos, de modo que ella estaba clavada entre su cuerpo y la pared. Mientras giraban, el atrapo el borde de la estatua de ángel, derribándola al suelo, y destrozándola en una nube de polvo. El se rio y cayó al suelo enfrente de ella sobre sus rodillas sobre los restos del santuario roto. Ella lo miró deslumbrada mientras corría sus manos hacia arriba de sus botas, para desnudar sus piernas, hasta el encaje que bordeaba el final de su vestido. Ella jadeó, y sus manos se deslizaron como agua, arriba y sobre la seda, hasta su cintura para aferrarse a sus caderas, dejando rayas plateadas sobre la seda.
“¿Qué estás haciendo?, ella susurró. “¿Jace?”
El la miró. La luz peculiar del club volvía sus ojos una serie de colores fracturados. Su sonrisa era retorcida. “Puedes decirme que me detenga cuando quieras,” dijo. “Pero no lo harás.”
“Jace…” Sus manos amontonaron la seda de su vestido, levantando el borde, y se inclinó para besar sus piernas, la piel desnuda donde sus botas terminaban, sus rodillas, (¿quién diría que sus rodillas eran tan sensibles?) y más arriba, donde nadie más la había besado antes. Los besos eran ligeros, e incluso cuando su cuerpo se tensó como para decirle que necesitaba más, ella no sabía que, no sabía que necesitaba exactamente, pero eso no importaba porque él parecía saberlo. Dejó caer la cabeza contra el muro, medio cerrando los ojos, escuchando solo el latido de su corazón como un tambor en sus oídos, más fuerte y más fuerte aun.
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Fuente: Cassandra Clare Live Journal
Traducción: [ciudadesmecánicas]
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