Posted by : Lady Bellalice Blackthorn martes, 16 de agosto de 2011


Primero que nada quiero agradecer a Cassandra Clare por permitirme hacer esta traduccion.

First of all thank you Cassandra for allow me to do this translation. But most of all for being so kind to all your fans and keep us well fed while we wait anxiously for the next book. Thank you Cassie you are the best! 



Esto es un trozo extraido del libro "El Ángel Mecánico" de Cazadores de Sombras los Origenes. Pueden ver su original en el siguiente enlace:  aquí

CONTINE SPOILERS de Angel Mecánico, asi que si no lo has leido aun, abstente de seguir despues del corte. 

Si encuentran cualquier error en la traducción háganmelo saber para poder corregirlo. Sientanse libres de poner esto en sus páginas de fans con la condición de dar honor a la autora Cassandra Clare y si son tan amables de incluirme como traductora se los agradeceré.

Saludos y que lo disfruten mucho.



Pérdida: Perspectiva de Will sobre los sucesos del Ángel Mecánico, páginas 285-292.
Will Herondale estaba quemándose.
Esta no era la primera vez que hubiera consumido sangre de vampiro, y él conocía el patrón de la enfermedad. Primero era una sensación de mareo y euforia, como si uno hubiese bebido demasiada ginebra- el corto periodo de placentera embriaguez antes de que lo insano se asentase. Entonces el dolor, empezando en los dedos de las manos y los pies, haciendo su camino hacia arriba como si líneas de pólvora hubieran sido esparcidas por su cuerpo y estuvieran incendiándose en su camino hacia su corazón.
El había escuchado que el dolor no era tan grande para los humanos: que su sangre, mas delgada y débil que la de un Cazador de Sombras, no peleaba contra la enfermedad demoníaca como la sangre de Nephilim. El fue vagamente consciente de cuando Sophie entró con el agua bendita, salpicándolo con la cosa fría mientras dejaba abajo las cubetas y luego salía otra vez. El odio de Sophie hacia él era tan seguro como la neblina en Londres; él podía sentirlo salir de ella cuando fuera que ella estuviera cerca de él. La fuerza de ello lo hizo levantarse sobre sus codos ahora. El acercó una cubeta y la vació sobre su cabeza, abriendo la boca para tragar lo que pudo.
Por un momento, extinguió el fuego ardiendo en sus venas completamente. El dolor retrocedió excepto por el golpeteo en su cabeza. El se recostó cuidadosamente, doblando un brazo sobre su cabeza para bloquear la difusa iluminación viniendo de las ventanas bajas. Sus dedos parecían dejar un rastro de luz mientras se movían. Escuchó la voz de Jem en su cabeza, regañándolo por arriesgarse a sí mismo. Pero el rostro que vio contra sus pestañas no era Jem.
Ella estaba mirándolo. La voz más oscura de su consciencia, el recordatorio de que él no podía proteger a nadie, y menos a sí mismo. Se veía del mismo modo en que la había visto la última vez; ella nunca cambiaba, lo cual era la forma en que él sabía que ella era un producto de su imaginación.
“Cecily,” él susurró. “Cecy, por el amor de Dios, déjame estar.”
“Will?” Eso lo sorprendió; ella se le aparecía a menudo, pero rara vez hablaba. Ella extendió su mano hacia él, y él la hubiera extendido también hacia ella, si no fuese por el estruendo del metal que lo sacó de su ensimismamiento.
“¿Has vuelto, Sophie?”, dijo Will. “Te dije que si me traías otro de esos cubos infernales, yo…”
“No es Sophie,” vino la respuesta. “Soy yo. Tessa.”
El golpeteo de su propio pulso llenó sus oídos. La imagen de Cecily se desvaneció contra sus parpados. Tessa. ¿Por qué la habrían enviado? ¿Lo odiaba tanto Charlote como para hacer esto? ¿Esto era alguna clase de lección para ella sobre las indignidades y peligros del submundo? Cuando abrió los ojos él la vio de pie delante de él, aun en su vestido de terciopelo y guantes. Sus rizos oscuros saltando contra su pálida piel y sus pómulos estaban manchados, ligeramente, con sangre, probablemente de Nathaniel.
Tu hermano, sabía que debería decirlo. ¿Cómo está? Debe haber sido una conmoción verle. No hay nada peor que ver a alguien que amas en peligro.
Pero habían sido años, y él había aprendido a tragarse las palabras que quería decir, a transformarlas. De algún modo ellos terminaron hablando de vampiros y sobre el virus y como era transmitido. Ella le dio el cubo con una mueca- bien, ella debía estar asqueada de él- y él lo usó de nuevo para apaciguar el fuego, para aquietar el ardor en sus venas, garganta y pecho.
“¿Eso ayuda?” preguntó ella, mirándolo como sus claros ojos grises. “Rociarlo sobre tu cabeza de esa manera?”
Will se imaginó como debía verse para ella, sentado en el piso con una cubeta sobre su cabeza, e hizo un sonido estrangulado, casi una risa. ¡Oh, el glamour de los Cazadores de Sombras! ¡La vida del guerrero que había soñado cuando niño!
 

“Las preguntas que haces…” el comenzó. Alguien más, alguien que no fuera Tessa, posiblemente se hubiera disculpado por preguntar, pero ella solo se quedó quieta, mirándolo como un pajarillo curioso. El no pensó haber visto a alguien alguna vez con el color de sus ojos: era el color de la niebla gris soplando desde el mar en Gales.
No podías mentirle a alguien con ojos que te recordaban a tu niñez.
“La sangre me da fiebre, hace que mi piel arda,” admitió. “No puedo enfriarme. Pero, si, el agua ayuda.”
“Will,” dijo Tessa. Cuando el miró hacia arriba otra vez, ella parecía tener un halo de luz, como un angel, aunque él sabía que era la sangre de vampiro entorpeciendo su visión. De pronto ella estaba moviéndose hacia él, recogiendo sus faldas fuera del camino para sentarse junto a él en el suelo. El se preguntó por qué estaba haciendo eso, y se dio cuenta para su propio horror que él se lo había pedido. El se imaginó que la enfermedad de vampiro en su cuerpo, estaba rompiendo su sangre, debilitando su voluntad. El sabía, racionalmente, que él había bebido suficiente agua bendita para matar la enfermedad antes de que le hubiera llegado a los huesos, y que él no podía culpar a la enfermedad por su falta de control. Y aun así – ella estaba tan cerca de él, lo bastante cerca para que él sintiera el calor irradiando de su cuerpo.
“Nunca ríes,” ella decía. “Te comportas como si todo fuera divertido para ti, pero nunca ríes. Algunas veces sonríes, cuando crees que nadie está poniendo atención.”
El quería cerrar los ojos. Sus palabras lo traspasaron como un corte limpio de una espada serafín, incendiando sus nervios. El no tenía idea de que ella lo hubiera observado tan de cerca, o tan acertadamente. “Tu,” él respondió. “Tú me haces reír. Desde el momento en que me golpeaste con ese jarrón. Por no mencionar la forma en que siempre me corriges. Con esa expresión graciosa en tu cara cuando lo haces. Y la manera en que le gritaste a Gabriel Lightwood. E incluso la forma en que hablaste allá con de Quincey. Tú me haces…”
Su voz se cortó. El pudo sentir el agua fría goteando por su espalda, sobre su pecho, contra su piel acalorada. Tessa estaba sentada a solo pulgadas de él, oliendo a talco y perfume y transpiración. Sus rizos húmedos enroscándose contra sus mejillas, y sus ojos estaban muy abiertos mirándole, sus pálidos labios rosas ligeramente abiertos. Ella se acomodó un mechón de cabello, y él sintiendo como si se ahogara, se estiró por su mano. “Aun hay sangre,” dijo él, desarticuladamente. “En tus guantes.”
Ella comenzó a alejarse, pero Will no podía dejarla ir; estaba ahogándose, aun, ahogándose, y el no podía soltarla. El volteó su pequeña mano derecha. Tenía el más fuerte deseo de alcanzarla completamente, de jalarla contra él y estrecharla en sus brazos, para abarcar su delgado y fuerte cuerpo en el de él. Inclinó la cabeza; contento de que ella no pudiera ver su cara cuando la sangre se apuró a ella. Sus guantes estaban desgarrados, rotos donde ella había aferrado las esposas de su hermano. Con un sutil movimiento de sus dedos, él abrió los botones de perlas que mantenían el guante cerrado, desnudando su muñeca.
El podía escucharse respirar. El calor extendiéndose por su cuerpo- no el calor antinatural de la enfermedad vampírica, sino el más ordinario rubor del deseo. La piel de su muñeca era tan pálida que traslucía las venas azules debajo visiblemente. El pudo sentir el aleteo de su pulso, sentir el calor de su aliento contra su mejilla. El acarició la suavidad de su muñeca con la punta de sus dedos y medio cerró los ojos, imaginando sus manos sobre el cuerpo de ella, la suave piel de sus brazos, la sedosidad de sus piernas escondidas debajo de sus faldas voluminosas.“Tessa,” dijo, como si ella tuviera la mínima idea del efecto que ella estaba teniendo sobre él. Había mujeres que podrían haberla tenido, pero Tessa no era una de ellas. “¿Que quieres de mi?”
“Yo-yo quiero entenderte,” susurró.
La idea era bastante horrorífica. “¿Es eso en realidad necesario?”
“No estoy segura de que alguien te entienda,” ella susurró, “excepto posiblemente Jem.”
Jem. Jem se había rendido en entenderlo hace mucho tiempo, pensó Will. Jem era un estudio sobre como podías amar a alguien sin entenderlo para nada. Pero la mayoría de las personas no eran Jem.
“Pero quizás el solo quiere saber que hay alguna razón,” ella estaba diciendo. Su mirada era feroz. Nada la hacía dejar de discutir, o que le importase: en eso, ella era como Jem: la pérdida no la había amargado, y la traición no menguaba su fe. Inconscientemente ella le arrebató la mano para gesticular apasionadamente, y él la atrapó, deslizando el guante de su mano. Ella jadeó, como si él hubiese puesto las manos en su cuerpo, la sangre elevándose para manchar sus mejillas. Su pequeña mano desnuda que estaba enroscada como una paloma dentro de la suya, se quedó quieta. El la escuchó chillar en una voz baja, y levantó su mano para verla sentada completamente quieta, su mano levantada, sus ojos cerrados y sus labios medio abiertos.
El había besado chicas, otras chicas, cuando el básico deseo físico había superado al sentido común; en oscuros rincones en las fiestas o bajo el muérdago. Besos rápidos apresurados, la mayoría de ellos, aunque algunos sorpresivamente expertos – ¿donde habría aprendido Elspeth Mayburn como hacer lo que hacía con sus dientes, y porque nadie le había dicho que esa no era una buena idea?- pero esto era diferente.
Antes, había una tensión controlada, una decisión deliberada de ceder a lo que su cuerpo le pedía, separada de cualquier otro sentimiento. Libre de cualquier emoción del todo. Pero esto- esto era un calor fluyendo por su pecho, acortándole el aliento, enviando una ola de escalofríos por su piel. Esto era un sentimiento de dolor cuando él dejó ir su mano, una enfermedad de pérdida que solo se curó cuando el la jaló hacia él a través del suelo astillado, sus manos ahuecando la parte de atrás de su cuello mientras sus labios descendían sobre los de ella con ternura y fiereza a partes iguales.
La boca de ella se abrió debajo de la suya, indecisa, y en algún rincón su mente chilló por disminuir el ritmo, por que por alguna razonable deducción este era su primer beso. El forzó sus manos para calmarse, para gentilmente soltar los pasadores en su cabello y acariciar los rizos sobre sus hombros y espalda, sus dedos recorriendo ligeros patrones sobre sus suaves mejillas y hombros desnudos. El cabello de ella se sentía como seda cálida corriendo a través de sus dedos, y su cuerpo presionado contra el de él, era toda suavidad. Sus manos eran ligeras como plumas en la parte de atrás de su cuello, en su cabello; cuando la acercó aun mas, ella hizo un sonido bajo contra su boca que hizo que se fuera casi hasta el último de sus pensamientos.
El comenzó a recostarla en el piso, moviendo su cuerpo sobre el de ella-
Y se congeló. El pánico corrió a través de su sangre en un flujo hirviendo cuando vio la entera frágil estructura que había construido alrededor suyo, desmoronarse, todo por esto, esta chica, quien rompió su control como nadie lo había hecho. El separó su boca de la de ella, empujándola lejos, con la fuerza de su terror casi la golpea. Ella lo miró a través de la enmarañada cortina de su cabello, su rostro pálido con la sorpresa.
“Dios en el cielo,” el susurró. “¿Qué fue eso?.”
El asombro era claro en el rostro de ella. Su corazón se contrajo, bombeando auto desprecio por sus venas. La única vez, él pensó. La única vez-
“Tessa,” dijo. “Creo que es mejor que te vayas.”
“¿Irme?” Los labios de ella se abrieron; estaban hinchados por sus besos. Era como mirar a una herida que él hubiera infringido, y al mismo tiempo, el no quería más que besarla de nuevo. “No debí ser tan atrevida. Lo siento-”
“Dios.” La palabra lo sorprendió; él había dejado de creer en Dios hacía mucho tiempo, y ahora él lo había invocado dos veces. El dolor en el rostro de ella era casi insoportable, y no menos porque él no tenía intención de lastimarla. Tan a menudo, el pretendía lastimar y herir, y esta vez, el no lo había querido- no en lo absoluto – y él había causado más dolor del que podía imaginar. El no deseaba más que extenderse y tomarla en sus brazos, no para satisfacer su deseo sino para repartir ternura. Pero hacerlo, solo empeoraría las cosas más allá de lo imaginable. “Solo déjame solo ahora,” se escuchó a si mismo decir. “Tessa. Te lo ruego. ¿Lo entiendes? Estoy suplicándote. Por favor, por favor, déjame.”
Su respuesta vino, finalmente, rígida con dolor y enojo. “Muy bien,” dijo, aunque claramente no lo estaba. El se permitió mirarla por el rabillo del ojo: ella era orgullosa, no iba a llorar. Ella no se molestó en recoger los pasadores del cabello que él había desparramado; ella solo se puso de pie y le dio la espalda.
El sabía que no se merecía menos. Se había lanzado sobre ella sin importarle su reputación o la falta de decoro de su pasión. Jem se lo hubiera pensado. Jem hubiera sido más cuidadoso de sus sentimientos. Y hubo una vez, pensó mientras los pasos de ella se desvanecían, él también lo fue. Pero el ya no conocía a esa persona. El había cubierto a ese Will hacía tanto tiempo con pretensiones, que era la pretensión a la que él recurría primero, y no a la realidad. El enterró las uñas en los paneles del piso, dándole la bienvenida al dolor, porque era poco comparado con el dolor de saber que había perdido más que la buena opinión de Tessa esta noche. El había perdido a Will Herondale. Y no sabía si podría recuperarlo alguna vez.


Fuente: Cassie Clare Live Journal 
Traducción: [ciudadesmecánicas]

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