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Una ofrenda de luz de Luna - Capítulo 9 de Príncipe Mecánico contado por Jem

Esta escena como lo dice el título pertenece a Príncipe Mecánico de la Trilogía de Los Orígenes y contiene spoilers para quien no la ha leido.

En su versión original en el libro está contado por Tessa, durante el capítulo 9, en este extracto Cassie ha querido regalarla desde el punto de vista de Jem.


Cassie: Esta escena alternativa ofrece la perspectiva de Jem, y en su primer beso con Tessa. Se inicia justo después de:
"Jem no dijo nada en todo el camino de regreso de Whitechapel, simplemente miró fríamente por la ventana con los brazos cruzados mientras que Will dormia con una leve sonrisa en su rostro, en la esquina del carruaje. Tessa, frente a los dos, no podía pensar en nada que decir para romper el silencio de Jem. Esto era tan completamente diferente a él - Jem, que era siempre dulce, siempre amable, siempre optimista. Su expresión era ahora totalmente en blanco, sus uñas cavando en la tela de su chaqueta, con los hombros rígidos y angulares de rabia. En el momento en que se detuvieron delante del Instituto, él abrió la puerta y salió..."

En la habitación de Jem.

Para leerla has clic en las flechas.




Una Ofrenda de la Luz de la Luna: La perspectiva de Jem en "Medianoche Salvaje"
-Príncipe Mecánico.

Me gustaría ofrecerle la luna en un puñado - Jiu Zhang Ling



La primera cosa que hizo Jem al momento en que entró en su habitación fue dar zancadas hasta la caja de yin fen en su mesita de noche.

Por lo general tomaba la droga en una solución de agua, dejando que se disuelva y bebia eso pero él estaba demasiado impaciente ahora; tomó un pizca entre su pulgar y el dedo índice, y lo aspiró de sus dedos. Sabía a azúcar quemada y dejó en el interior de su boca, una sensación de entumecimiento. Él cerró de golpe la caja cerrada con un sentimiento de satisfacción oscura.
La segunda cosa que hizo fue recoger su violín.

La niebla era espesa contra las ventanas, como si hubieran sido pintadas por encima con plomo. Si no fuera por las antorchas con luz mágica ardiendo bajo, no hubiese habido suficiente luz para que viera lo que estaba haciendo, cuando abrió la caja que contenía su Guarneri y sacó el instrumento de ahí. Un pedazo de una de las canciones de Bridget se repetía en su cabeza: Era una noche oscura oscura, no había luz de estrellas, y ellas se colaban como sangre hasta las rodillas.

Oscura, oscura noche, de hecho. El cielo había estado tan negro allá en Whitechapel. Jem pensó en Will, de pie en el pavimento, mareado y sonriendo. Hasta que Jem lo golpeó. El no había golpeado a Will antes, no importa que tan enloquecedor hubiera sido su parabatai. No importa que tan destructivo para otras personas, sin importar su crueldad casual, sin importar sus comentarios agudos como el filo de una navaja, Jem jamás lo había golpeado. Hasta ahora.

El arco ya estaba elevado; dobló los dedos antes de sostenerlo, y jaló un par de profundas respiraciones. Ya podía sentir el yin fen surgiendo en sus venas, aligerando su sangre como fuego encendido con pólvora. Pensó en Will de nuevo, dormido en la cama en el mercado de opio. Había estado sonrojado, su cara suave e inocente en su sueño, como un niño con su mejilla acunada sobre la mano. Jem recordaba cuando Will fue tan joven así, pero nunca alguna vez en que hubiera sido inocente.

Colocó el arco sobre las cuerdas y tocó. Suavemente al principio. Tocó por Will perdido en sus sueños, encontrando consuelo en una niebla de droga que amortiguaba su dolor, Jem solo podía envidiarle. El yin fem no era un bálsamo: no encontraba en él lo que fuera que los adictos al opio encontraban en sus pipas, o los alcóholicos en los residuos de una botella de ginebra. Había solo agotamiento y lasitud sin ella, y con ella, energía y fiebre. Pero no había un cese al dolor.

Las rodillas de Jem cedieron y se sentó en el baúl a los pies de su cama, tocando todavía. Tocó por Will susurrando el nombre de Cecily, y tocó por si mismo, mirando el brillo de su propio anillo en la mano de Tessa en el tren a York, sabiendo que era todo una farsa, sabiendo también que deseaba que no lo fuera. Tocó por la tristeza en los ojos de Tessa cuando entró al salón de música después de que Will le dijera que nunca tendría hijos.

Qué cosa tan imperdonable esa! y aun así, Jem lo había perdonado. El amor es perdón, el siempre lo había creído así, y las cosas que Will hacía eran desde algún pozo sin fondo de dolor. Jem no conocía la causa de ese dolor, pero sabía que existía y era real, lo sabía como sabía lo inevitable de su propia muerte, lo sabía como sabía que se había enamorado de Tessa Gray y no había nada que él o alguien pudiera hacer al respecto.

Ahora tocó por los corazones rotos de todos, y el sonido del violín lo envolvió y lo elevó y cerró sus ojos-



Su puerta se abrió. Escuchó el sonido a través de la música; pero por un momento no dio crédito que de que fuera la voz de Tessa la que estaba escuchando diciendo su nombre. "Jem?"

Seguramente era un sueño, conjurado por la música y la droga y su propia mente febril. Siguió tocando, por su propia rabia y enojo hacia Will, por como él siempre había perdonando a Will por su crueldad hacia otros, y aún así no podía perdonarle por ponerse en peligro a sí mismo.

"Jem!" vino de nuevo la voz de Tessa, y de pronto había unas manos sobre las suyas, arrancándole el arco de su agarre. Lo dejó ir con asombro, mirándola aturdido. "Jem, deténte! Tu violín- tu precioso violín- lo arruinarás."

Ella estaba de pie, frente a él, con una bata de vestir sobre su camisón. El recordaba ese camisón, ella estaba usándolo la primera vez que él la vio, había venido a su habitación y el pensó por un momento que ella era un ángel. Ella respiraba con dificultad ahora, con la cara enrojecida y su violín firmemente agarrado en una mano y el arco en la otra.

"¿Que importa?" reclamó. "¿Que cosa importa? Estoy muriendo - No sobreviviré la década, ¿qué importa si el violín se va primero que yo?" Ella lo miró sorprendida, los labios abiertos con asombro. El se puso de pie y se alejó de ella. Ya no podía soportar la mirada en su cara, verla decepcionada de él, de su debilidad. "Sabes que es cierto."

"Nada está decidido." Su voz tembló. "Nada es inevitable. Una cura-"

"No hay ninguna cura. Moriré y tu lo sabes, Tess. Probablemente durante el próximo año. Estoy muriendo y no tengo familia en el mundo y la única persona en la que confiaba más que en cualquier otra, hace deporte con lo que está matándome."

"Pero Jem, no creo que eso es lo que Will pretendiera hacer." Ella dejó el violín y el arco y estaba acercándose a él. "Solo estaba tratando de escapar- está huyendo de algo, algo oscuro y horrible, tu sabes que es así, Jem. Tu viste como estaba después- después de Cecily."
"Él sabe lo que significa para mi," dijo. Ella estaba justo detrás de él, podía oler el ligero perfume de su piel: agua de violetas y jabón. La urgencia de darse la vuelta y tocarla era sobrecogedora, pero se mantuvo firme y quieto. "El verlo que incluso juega con lo que está destruyendo mi vida -"

"Pero él no estaba pensando en tí-"

"Lo se." ¿Cómo podría decirlo? ¿Cómo podría explicarlo? ¿Cómo decirle que Will era todo a lo que Jem había dedicado su vida: a la rehabilitación de Will, a la innata bondad en Will.

Will era el espejo roto de su propia alma, en el que había pasado años tratando de repararlo. Podía perdonar que Will hiriese a cualquiera menos a sí mismo. "Me digo a mi mismo que él es mejor de lo que aparenta ser, pero Tessa, ¿qué pasa si no lo es? Siempre he pensado que, si no tengo nada más, tengo a Will - si no he hecho nada más que haga que mi vida valga la pena, siempre he estado ahí para él - pero quizás no debería."

"Oh, Jem." Su voz era tan suave que se dió la vuelta. Su cabello oscuro estaba deshecho: tambaleándose al rededor de su cara y el tuvo la urgencia más absurda de enterrar las manos en él, de acercarla, con las manos acunando su nuca. Ella extendió una mano suave hacia él y por un momento una esperanza salvaje se elevó dentro de él, imparable como una ola- pero ella solo puso la mano contra su frente, cuidadosamente como una enfermera. "Estas ardiendo. Deberías estar descansando-"

Se alejó de ella antes de que pudiera evitarlo. Sus ojos grises se abrieron muy amplios. "Jem, ¿que pasa? ¿No quieres que te toque?"

"No de esa manera." Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas. La noche, Will, la música, el yin fen, todo había destrabado algo en él- apenas se reconocía a sí mismo, este extraño que hablaba con la verdad y la hablaba sin reparos.

"¿De qué manera?" su confusión era llana en su rostro. El pulso latiendo en el costado de su garganta en donde su camisón estaba abierto, y él podía ver la suave curva de su clavícula. Enterró los dedos en las palmas de las manos. No pudo detener las palabras más. Era nadar o hundirse.

"Como si fueras una enfermera y yo tu paciente," le dijo. "¿Piensas que no se, que cuando tomas mi mano, es solo para sentir mi pulso?. ¿Crees que no se que cuando miras mis ojos es solo para saber que tanta droga he tomado? Si yo fuera otro hombre, un hombre normal, pudiera tener esperanzas, presunciones incluso; podría-" Podría desearte. Se cortó antes de decirlo. Eso no podía ser dicho. Las palabras de amor eran una cosa: las palabras de deseo, eran peligrosas como un embarcadero pedregoso donde un barco podía encallar. No había esperanza, y aún así -

Ella sacudió la cabeza. "Esto es la fiebre hablando por ti, no tú."

Sin esperanza. El despecho lo cortó como un cuchillo sin filo, y el dijo las siguientes palabras sin pensarlo: "No puedes siquiera creer que puedo desearte. Que estoy lo suficientemente vivo, lo suficientemente saludable-"

"No-" ella atrapó su brazo, y fue como tener cinco tiras de fuego cruzándole la piel. El deseo se lanzó a través de él como un dolor. "James, eso no es lo que quise decir para nada-"
El puso su mano sobre la de ella donde estaba sosteniéndole el brazo. La escuchó tomar un aliento agudo y sorprendido. Pero no horrorizado. Ella no se alejó. No quitó su mano. Le permitió sostenerla, y darle la vuelta, para que quedaran frente a frente, lo bastante cerca para respirarse el uno al otro.

"Tessa," dijo. Ella lo miró. La fiebre pulsó en él como la sangre, y ya no sabía si era el deseo o la droga, o si simplemente uno enardecía al otro, y eso no importaba, por que él la deseaba, la había deseado por tanto tiempo. Sus ojos eran enormes y grises, con las pupilas dilatadas, y sus labios estaban abiertos soltando el aliento como si fuera a decir algo, pero antes de que pudiera hablar él la besó.



El beso explotó en su cabeza como fuegos artificiales en el día de Guy Fawkes. Cerró los ojos con un remolino de colores y sensaciones demasiado intensos para soportarlos: sus labios eran suaves, y calientes bajo los de él y se encontró pasando los dedos sobre su cara, en las curvas de sus pómulos, en el martilleo del pulso en su garganta, sobre la suave piel detrás de su cuello. Tomó cada pizca de control que tenía el tocarla amablemente y no simplemente aplastarla contra sí; y cuando ella alzó los brazos y los enredó en la nuca de él, suspirando en su boca: tuvo que callar un jadeo y por un momento se quedó muy quieto o hubieran estado en el suelo.

Sus mismas manos en él eran suaves, pero no había ningún error en su estímulo. Sus labios murmuraban contra los de él susurrando su nombre, el cuerpo de ella fuerte en sus brazos. Siguió el arco de su espalda con las manos sintiendo la curva debajo de su camisón y no pudo detenerse entonces: la jaló tan apretadamente que ambos tropezaron y cayeron hacia atrás sobre la cama.



Tessa se hundió en los cojines, y él se sostuvo sobre ella. El cabello se había salido de sus sujetadores y se tambaleaba oscuro y suelto sobre las almohadas. Un flujo de sangre extendido por toda su cara y hacia abajo por la linea del cuello de su camisón, manchándole la pálida piel. La caliente presión de cuerpo contra cuerpo era vertiginoso, como nada que hubiera imaginado, más feroz y delicioso que la música más delirante. La besó de nuevo, y otra vez, más fuerte en cada ocasión, saboreando la textura de los labios bajo los suyos, el sabor de su boca, hasta que la intensidad de ello amenazó con tirarlo por el borde del placer hacia el dolor.

Sabía que debía detenerse. Esto había ido más allá del honor, y más allá de cualquiera de los límites de propiedad. Él se había imaginado a veces, besándola, cuidadosamente acunandole la cara entre las manos, pero nunca imaginó esto: que estarían enredados tan apretadamente uno con el otro que difícilmente podía decir donde terminaba él y dónde comenzaba ella. Que ella lo besaría y le haría caricias y pasaría sus dedos por su cabello. Que cuando él dudaba con sus dedos en el borde de su bata de dormir, con la parte razonable de su cerebro ordenándole a su cuerpo rebelde y reacio que se detuviera; ella resolvería el dilema limpiamente, deshaciendo el nudo ella misma y recostándose cuando la tela cayó suelta al rededor de ella; y que lo miraría con solo su delgado camisón puesto.

Su barbilla estaba levantada, con determinación y candor en los ojos, y sus brazos alzados recibiéndolo de nuevo hacia ella, envolviéndolo, acercándolo. "Jem, mi Jem," estaba susurrando, y él le susurraba en respuesta, perdiendo las palabras en contra de su boca, susurrando lo que era cierto pero esperaba que ella no entendiera. Susurró en Chino, preocupado de que si hablaba en Inglés, diría algo profundamente estúpido.

Wo ai ni. Ni hen piao liang, Tessa. Zhe shi jie shang, wo shi zui ai ni de.

Pero él miró sus ojos oscurecerse, y supo que había recordado lo que dijo en el carruaje. "Que significa?" susurró.

Se quedó quieto contra su cuerpo. "Significa que eres hermosa. No quise decírtelo antes. No quería que pensaras que estaba tomándome libertades."
Ella extendió la mano para tocarle la mejilla. Pudo sentir el corazón latiendo contra el de ella. Sintió como si pudiera latir hasta salirse de su pecho por completo.

"Tómalas," susurró ella.

Su corazón se disparó, la levantó contra él, algo que nunca había hecho, pero a ella no parecía importarle su torpeza. Sus manos estaban recorriéndole amablemente, reconociendo su cuerpo. Los dedos acariciaron el hueso de la cadera, el hueco de sus clavículas. Se enredaron en su camisa y entonces estaba fuera, por encima de su cabeza, y él estaba inclinándose sobre ella, sacudiendo el cabello plateado fuera de su cara. La vio poner los ojos muy abiertos, y sintió apretarse sus adentros.

"Lo sé," dijo, mirándose a sí mismo - la piel como papel maché, las costillas como las cuerdas del violín. "No soy- quiero decir, me veo-"

"Hermoso," dijo ella, y la palabra fue una declaración. "Eres hermoso, James Carstairs."

El aliento le volvió a los pulmones y estaban besándose de nuevo, las manos de ella eran tibias y suaves contra su piel desnuda. Lo tocó dudosa, con caricias llenas de curiosidad, dibujando el mapa de un cuerpo que parecía florecer debajo de sus caricias, para convertirse en algo perfecto, saludable: algo que ya no era un aparato frágil o una carne desvaneciéndose rápidamente encima de una estructura de huesos quebradizos. Solamente ahora, que esto estaba sucediendo, se dio cuenta de que tan sinceramente creyó, que nunca pasaría.

Pudo sentir los suaves y nerviosos jadeos de la respiración de ella sobre la sensible piel de su garganta, cuando llevó sus manos hacia arriba y alrededor de su cuerpo. La tocó como tocaría su violín: era el modo en que el sabía tocar algo que era precioso y amado. Había sostenido el violín en sus manos desde Shangai hasta Londres, y había sostenido a Tessa también, en su corazón, por tanto tiempo, que ya no recordaba.



¿Cuando sucedió? Sus manos la tocaron a través del camisón, la curva y la elevación de su cintura y cadera, como la curva de su Guarneri; pero el violín no le daba jadeos agradecidos cuando él lo tocaba, no buscaba besos de su boca, o le daba miradas de fascinación con párpados que se cerraban cuando él tocaba la sensible piel de detrás de sus rodillas.

Quizás fue el día en que la acompañó por las escaleras y besó su mano. Mizpah. Que el Señor guarde entre ambos cuando estemos separados. Era la primera vez que pensaba que había algo más de su parte, que el ordinario interés por una chica bonita a la que no podía tener; que esto tenía en si mismo el aspecto de algo sagrado.

Los botones de perlas de su camisón de dormir eran suaves debajo de sus dedos. El cuerpo de ella se arqueó hacia atrás, cuando la tela se deslizó hacia un lado dejando su hombro desnudo. El aliento era rápido en su garganta, y los rizos de su cabello café estaban pegados a sus mejillas ruborizadas y a su frente, la tela de su vestido aplastada entre ellos. Estaba temblando él mismo cuando se inclinó a besar su piel desnuda, piel que seguramente, nadie más había visto excepto ella misma y quizás Sophie, y la mano de ella vino a acunar su cabeza, enredando los dedos a través del cabello en su nuca...



Hubo un sonido de algo rompiéndose. Y la niebla asfixiante del yin fen llenó la habitación.
Fue como si Jem hubiera tragado fuego; se hizó hacia atrás alejándose de Tessa con tanta fuerza que casi los tira a ambos. Tessa se sentó también, jalando el frente de su vestido de noche para cerrarlo, su expresión de pronto cohibida. Todo el calor en Jem se había ido; su piel estaba de pronto congelada- con vergüenza y con temor por Tessa - el nunca soñó que ella pudiera estar así de cerca de la cosa tan venenosa que casi había destruido su vida. Pero la caja lacrada estaba rota: una gruesa capa de polvo brillante descansaba sobre el suelo; e incluso cuando Jem tomó aire para decirle que debía irse, que debía dejarlo si ella quería estar a salvo, el no pensó en la pérdida de la preciosa droga, o en el peligro para sí mismo si no podía recuperarse.

Él pensó solamente:

No más.

El yin fen me ha quitado tanto: mi familia, los años de mi vida, la fuerza de mi cuerpo, el aliento en mis pulmones. No me quitará esto también: Lo más precioso que me ha sido dado por El Ángel. Mi capacidad de amar. Amo a Tessa Gray.

Y me aseguraré de que ella lo sepa.

¿Qué les pareció? Yo solamente puedo decir:




N.T.: La frase que dice Jem en Chino Mandarín es una confesión de amor de lo más dulce. Aquí está la traducción: "Te amo. Eres hermosa Tessa. Eres lo que más amo en este mundo."
Cassandra Clare ha hecho el favor de traducirla completa para nosotros. Ella comenta que en su idea original Jem decía "Te amo más que a nada en éste mundo". Pero, quien le ayudó a convertir la frase al Chino Mandarín, le explicó que en ese idioma, la frase como tal no existe. "No amamos algo más que a otra cosa" Así que Cassie la cambió por la aproximación más cercana.

Fuente: CassieClare
Vía: Blog oficial
Traducción: Ciudades Mecánicas
Artículo: Ciudades Mecánicas

Si tomas información, por favor respeta las fuentes.
martes, 27 de marzo de 2012
Posted by Lady Cecily Herondale

Punto de vista de Jem del capítulo nueve de Príncipe Mecánico

Cassie ha publicado en su tumblr, el fragmento de una escena del capítulo nueve 'Medianoche Salvaje' de Príncipe Mecánico pero desde el punto de vista de Jem.
Para todos los que no hayan leído Príncipe Mecánico, esta entrada puede tener alto contenido de spoiler.

Principe Mecánico / Escena Alternativa




Las rodillas de Jem cedieron, y se hundió en el baúl de los pies de su cama, todavia tocando. Tocó a Will susurrando el nombre de Cecily, y tocó a sí mismo viendo el brillo de su anillo en la mano de Tessa en el tren de York, a sabiendas de que todo era una farsa, sabiendo además, que deseaba que no lo fuera. Tocó al dolor en los ojos de Tessa cuando ella entró en la sala de música después de que Will le dijera que nunca tendría hijos.
Qué cosa tan imperdonable esa, y sin embargo, Jem le había perdonado. El amor era es perdón, él siempre había creído eso, y las cosas que Will hacía, las hacia desde algún pozo sin fondo de dolor. Jem no sabía el origen de ese dolor, pero sabía que existía y era real, él lo sabía como sabía de la inevitabilidad de su propia muerte, él lo sabía como sabía que se había enamorado de Tessa Gray y que no había nada que él o alguien más pudiera hacer al respecto.


Por si no lo recuerdan, esto es lo que Jem estaba tocando antes de que entre Tessa a su habitación y lo interrumpa. Y luego...bueno, viene la DSBS.


Fuente: CassieClare
Vía: Tumblr
Traducción: Ciudades Mecánicas
Artículo: Ciudades Mecánicas

Si tomas información, por favor respeta las fuentes.
lunes, 19 de marzo de 2012
Posted by Lady Cecily Herondale

Estrella Ardiendo. (Jem conoce a Tessa), Contenido Extra de CP

Como lo comenté en un post anterior, 'Príncipe Mecánico' se publicó en USA con 3 contenidos extra diferentes.
• El primero es la carta que le escribió Will a su familia y la pueden encontrar en todas las primeras ediciónes del libro. La pueden leer traducida al español ACA.
• Luego tenemos la carta que le escribió Will a Tessa, la cual pueden obtenerla solo si compran el libro en Barnes & Noble, asi que #TeamWill ya saben que hacer. La pueden leer traducida al español ACA.
• Y por ultimo y no por eso menos importante, hay un contenido extra para las/os #TeamJem, se trata de La escena en la que Jem conoce a Tessa en Ángel Mecánico desde su punto de vista. Esta la pueden conseguir solo si compran el libro en Wal Mart. Y despues de tanto buscar la encontramos!. Asi que la pueden leer traducida al español a continuación:


Haz clic en las flechas para leerlo


Fuente: CassieClare
Vía: tumblr
Traducción: Ciudades Mecánicas
Artículo: Ciudades Mecánicas

Si tomas información, por favor respeta las fuentes.
jueves, 2 de febrero de 2012
Posted by Lady Cecily Herondale

El voto de Magnus

Muchas nuevas publicaciones, y muchos contenidos extras es lo que hay para estos meses siguientes.

Uno de esos estará en la edición de bolsillo de Ángel Mecánico, en su version para Estados Unidos, se trata una escena extra, llamada "El voto de Magnus".

Cassie Clare explica: "Es una historia corta desde el punto de vista de Magnus, ubicada [temporalmente] durante los eventos de Ciudad de Huesos, y que une algo de la historia detrás de Los Instrumentos Mortales, y Los Orígenes."

Esta versión de Ángel Mecánico con la historia corta de Magnus detrás, salió a la venta hace unos días y los afortunados que ya lo tienen en su poder nos han compartido una frase, que les va a estrujar el corazón.


TMI_Source: 
"Tessa, quien como él, había amado a un mortal; alguien destinado a morir, como ella no lo estaba" -El voto de Magnus. 

No sabemos mucho más de esta historia, pero creo que con la información que tenemos, es suficiente para hacer suposiciones e imaginar de qué mortales en particular estamos hablando... no es así?

Mi reacción: 


Fuente: TMI Source Twitter
Vía: TMI Spanish News
Traducción y Artículo: Ciudades Mecánicas. 


::: EDITADO:::



Cassie Clare ha publicado esto en Tumblr: 



Mientras estoy atorada por las legalidades de publicar El voto de Magnus en linea, le pasé mi párrafo favorito a FYMI mas temprano. El Voto de Magnus tiene lugar despues de la fiesta que hace en Ciudad de Hueso y lo muestra buscando entre una vieja caja de sus pertenencias... 

El montón de objetos en el interior del baúl, parecía el tesoro de un dragón fastidioso. Algunos objetos brillaban con el metal y gemas - Magnus sacó una caja vieja de rapé con las iniciales WS grabadas en la parte superior, con rubíes centelleantes, y sonrió ante el mal gusto de la cosa, y también con los recuerdos que evocaba. Otros parecían nada extraordinarios: una cinta de seda desteñida, de color crema, que había sido de Camille, una caja de cerillas del Cloud Club con las palabras Se lo que eres, escritas en el interior de la cubierta por la mano de una dama, una quintilla firmada OFOWW, un pedazo de estacionario medio quemado del Club de Hong Kong - un lugar en que lo habían vetado no por ser un brujo, sino por no ser blanco. Tocó un pedazo de soga trenzada casi en el fondo de la pila, y pensó en su madre, ella misma la hija de un padre Holandés y una mujer Indonesia quien había muerto al dar a luz, y cuyo nombre Magnus nunca había conocido.

Fuente: Cassie Clare
Traducción: Ciudades Mecánicas 

::: EDITADO :::

Un nuevo trozo esta vez publicado por Mundie Moms, es un trozo tomado de la página 5 de ésta historia corta "El voto de Magnus"

Había pasado mucho tiempo desde que Magnus había mirado a la fotografía que mostraba el parecido entre Will y Jace y lo golpeó de repente. Aunque fuese Alec quién tenía el pelo negro y esos ojos con un azul oscuro muy luminoso, era Jace al menos en la superficie.quién tenía más de la personalidad de Will,
La misma fuerte arrogancia escondía algo rompible debajo, el mismo ingenio marcado...
Trazó el halo de luz alrededor de Will con su dedo y sonrió.
Will no había sido un ángel, aunque tampoco había sido tan deficiente como muchos pensaban.
Cuando Magnus pensó en Will, incluso ahora, pensó en él goteando agua sobre la alfombra de Camille, rogando a Magnus ayuda que nadie más podía darle.

Fue Will quién le trajo la idea de que los Cazadores de Sombras y los Subterráneos podían ser amigos.

Fuente: Mundie Moms
Traducción: "The Mortal Instruments News en Español"
martes, 4 de octubre de 2011
Posted by Lady Bellalice Blackthorn

La corte Seelie en la visión de Jace.



Para permitir a la Reina darle algo que ella quería - realmente, realmente quería - era ponerte a ti en su poder. ¿Cómo no se había dado cuenta, se pregunto? Que esto era sobre lo que pensaba, lo que quería, despertó de un sueño de, jadeando y sudando? Que cuando él pensaba, realmente pensaba, sobre el hecho que tal vez nunca obtendría un beso de Clary, el quería morir o herirse o sangrar de mala manera que subiría hasta el ático y entrenaría por horas hasta que estuviera tan agotado para no tener más elección que salir, exhausto.
Tendría contusiones en la mañana, contusiones y cortes y la piel raspada y si podría nombrar todas sus lesiones que habrían tenido el mismo nombre: Clary, Clary, Clary.




Se agachó y le tomó las manos, uniendo sus dedos con los de ella y susurrando en su oído. "Puedes cerrar los ojos y pensar en Inglaterra, si quieres,” dijo él.

Los ojos de ella revolotearon cerrados, sus pestañas como líneas de cobre contra su pálida y frágil piel. "Nunca he estado en Inglaterra," dijo ella, y la suavidad, la ansiedad en su voz casi le deshizo. Nunca había besado a una chica sin saber que lo quería también, por lo general más que él, y ésta era Clary, y él no sabía lo que ella quería. Deslizó sus manos sobre ella, sobre las mangas de su camisa aferrándose hacia sus hombros. Sus ojos permanecía aun cerrados, pero ella temblaba y se apoyaba en él - apenas, pero fue suficiente el permiso.

Su boca cayó sobre ella. Y éso fue todo.

Todos el auto-control que había ejercido en las últimas semanas se fue, como el agua estrellándose a través de un dique roto. Sus brazos se acercaron al cuello y él la apretó contra él, y ella era suave y flexible, pero sorprendentemente fuerte como nadie a quien él hubiese sostenido antes. Sus manos se aplastaron contra su espalda, presionándola contra el y ella estaba en la punta de los pies, besándolo tan ferozmente como él la besaba. Movió la lengua por los labios, abriendo su boca debajo de la de ella y supo como a sal y dulce como el agua de hadas. Se aferró a ella con más fuerza, anudando sus manos en su cabello, tratando de decirle, con la pasión de su boca en ella, todas las cosas que nunca le había dicho en voz alta: Te amo, Te amo y no me importa que seas mi hermana; no estés con él, no lo quieras, no salgas con él. Permanece conmigo. Quiéreme. Quédate conmigo.


No sé como estar sin ti.


La reina lo miró: especial, secreta y compartida entre los dos.
Se les advirtió acerca de nosotros, parecía decir su mirada.
Que le haríamos daño, rompiéndola como se puede romper a una ramita entre tus dedos.
Pero tú, que pensabas que nunca podrías ser tocado – eres el que ha sido quebrado.




Si no moriste con la corte Seelie cuando leíste Ciudad de Cenizas, ahora, esta versión te dejará de cabeza
viernes, 23 de septiembre de 2011
Posted by sonirueda2009

Porque es amargo

Como siempre, las entradas catalogadas en Material Extra, tienen contenido que puede ser Spoiler. Sigue leyendo solo si ya leíste Ciudad de Cenizas, o si no tienes problema con arruinarte los libros. (No lo aconsejamos)

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Esta escena tiene lugar durante las páginas 170-174 (edición en ingles) de Ciudad de Cenizas, en el capítulo de la Corte Seelie, aquí desde el punto de vista de Jace. Incluso le dí un nombre "Porque es amargo". Porque chico, Jace es amargo aquí. 


"Pero me gusta
Porque es amargo, 
Y porque es mi corazón."
- Stephen Crane.


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-Sé que no voy a dejar a mi hermana aquí en tu corte,- dijo Jace, -Y ya que no hay nada que aprender por ninguno, ella o yo, quizás puedan hacernos el favor de liberarla?-
La Reina sonrió. Era una sonrisa hermosa, terrible. La reina era una mujer adorable; ella tenía esa belleza inhumana que las hadas tenían, era mas como la belleza de un duro cristal que la de una humana. La Reina no se veía de una edad en partícular: podría tener dieciséis o cuarenta y cinco. Jace supuso que había quienes la encontrarían atractiva- gente había muerto por amor a la Reina- pero ella le provocaba un sentimiento frío en su pecho, como si hubiese tragado agua helada demasiado rápido. -¿Que hay si te digo que ella puede ser liberada con un beso?- 
Fué Clary quien replicó, sorprendida: -¿Quiere que Jace la bese?-Mientras la Reina y su Corte reían, el sentimiento helado en el pecho de Jace se intensificó. Clary no entendía a las hadas, pensó. El trató de explicarle, pero no había una explicación, no en realidad. Lo que fuera que la Reina quería de ellos, no era un beso de él; ella podría haberlo exigido sin necesidad de todo este espectáculo sin sentido. Lo que ella quería era verlos encajados y retorciéndose como mariposas. Era algo que la inmortalidad te hacía, el pensaba a menudo: adormecer tus sentidos, tus emociones; las agudas, incontrolables, despreciables respuestas de los seres humanos, eran para las hadas como sangre fresca para un vampiro. Algo vivo. Algo que ellos no tenían en sí mismos. 
-A pesar de sus encantos,- dijo la Reina, dando un vistazo hacia Jace, sus ojos eran verdes, como los de Clary, pero no como los  de Clary para nada - Ese beso no liberará a la chica.- 
-Puedo besar a Meliorn,- sugirió Isabelle, encogiendose de hombros. 
La Reina sacudió su cabeza lentamente. -Tampoco ese. Ninguno de mi corte.- 
Isabelle lanzó sus manos hacia arriba; Jace quería preguntarle que era lo que esperaba- besar a Meliorn no le hubiera molestado, así que obviamente a la Reina no le importaba. El supuso que había sido agradable de su parte el ofrecerse, pero Iz, al menos, tenía que haber sabido mejor. Ella había lidiado con hadas antes. 
Tal vez no era solo saber como pensaban las Hadas, se preguntó Jace. Tal vez era saber como pensaban las personas que disfrutaban la crueldad por gusto a la crueldad misma. Isabelle era irreflexiva y algunas veces vana, pero no era cruel. Ella se sacudió su oscuro cabello y gruñó. -No voy a besar a ninguno de ustedes,- dijo firmemente.- Solo para que sea oficial.-
-Eso parece difícilmente necesario,- dijo Simon, dando un paso al frente. -Si un beso es todo lo que se necesita...- 
El dió un paso hacia Clary quien no se alejó. El hielo en el pecho de Jace se convirtió en fuego líquido; el apretó sus manos a los costados cuando Simon tomó a Clary suavemente por los brazos y la miró a la cara. Ella descansó las manos en la cintura de Simon como si lo hubiese hecho un millón de veces antes. Tal vez lo había hecho. El sabía que Simon la amaba; el lo sabía desde que los había visto juntos en esa estúpida cafetería, el otro chico prácticamente atragantándose con las palabras "te amo" en la boca mientras Clary miraba al rededor de la habitación, tranquilamente, sus ojos paseándose por todos lados. Ella no está interesada en ti, chico mundano, él pensó con satisfacción. Piérdete. Y entonces se sorprendió de pensarlo. ¿Que diferencia hacía para él lo que esta chica que apenas conocía, pensara? 
Eso parecía como a una vida de distancia. Ella ya no era una chica que apenas conociera: ella era Clary. Ella era la unica cosa en su vida que importaba mas que cualquier otra cosa, y mirando a Simon poner sus manos en ella, donde él quisiera, lo hizo sentir al mismo tiempo enfermo y mareado y criminalmente enojado. La urgencia de saltar y arrancarlos lejos el uno del otro era tan fuerte que apenas podía respirar. 
Clary lo miró, su cabello rojo deslizándose sobre su hombro. Se veía preocupada, lo que era bastante malo. El no podía soportar la idea de que ella pudiera sentir lástima por él. El miró lejos rápidamente y encontró la mirada de la Reina Seelie, brillando con placer: entonces, esto era lo que ella estaba buscando. Su dolor, su agonía. 
-No,- dijo la Reina a Simon, en una voz como el suave filo de una navaja. -Eso no es lo que quiero tampoco.- 
Simon se alejó de Clary, dudoso. El alivio golpeó a través de las venas de Jace como sangre, hundiendo lo que sus amigos estaban diciendo. Por un momento todo lo que le importaba era que no iba a tener que ver a Clary besando a Simon. Entonces Clary pareció perderse de foco: estaba muy pálida, y él no pudo evitar preguntarse qué es lo que estaba pensando. Estaba decepcionada de no ser besada por Simon? Con lo aliviado que él estaba? El pensó en Simon besando su mano ese día y alejó el recuerdo molesto, aun mirando a su hermana. Mírame, pensó. Mírame. Si me amas, vas a mirarme. 
Ella cruzó los brazos sobre el pecho, del modo que hacía cuando tenía frío o estaba molesta. Pero no lo miró. La conversación fluyó al rededor de ellos: quien iba a besar a quien, que es lo que iba a pasar. Una furia desesperanzada se elevó en el pecho de Jace, y como era usual, encontró su escape en un comentario sarcástico. 
-Bueno, no voy a besar al mundano,- dijo. -Antes me quedo aquí hasta pudrirme.- 
-¿Para siempre?- dijo Simon. Sus ojos estaban grandes y oscuros y serios. -Para siempre es un montón de tiempo horrible.- 
Jace le miró de regreso a los ojos. Simon probablemente era una buena persona, pensó. El amaba a Clary y él quería cuidarla y hacerla feliz. El probablemente era un novio espectacular. Lógicamente, Jace sabía, era exactamente lo que debería querer para su hermana. Pero él no podía mirar a Simon sin querer matar a alguien. -Lo sabía,- dijo groseramente. -Quieres besarme, no es así?-   
-Claro que no. Pero si...-
-Supongo que es cierto lo que dicen. No hay heterosexuales en las trincheras.- 
-Es ateos idiota.- Simon estaba de un rojo brillante. -No hay ateos en las trincheras.- 
Fue la Reina quien los interrumpió, inclinándose hacia adelante para que su cuello blanco y pechos se mostraran sobre la línea del cuello de su vestido escotado. -Mientras todo esto es bastante divertido, el beso que liberará a la chica es el beso que ella mas desea,- dijo ella. -Solo eso, y nada mas.- 
Simon fue del rojo al blanco. Si el beso que Clary mas deseaba no era el de Simon, entonces... el modo en que estaba mirando a Jace, de Jace a Clary, respondió eso. 
El corazón de Jace comenzó a retumbar. El encontró los ojos de la Reina con los suyos. -¿Por qué hace esto?-
-Yo creía que estaba ofreciendote una bendición,- dijo. -El deseo no siempre es disminuído por el disgusto. Tampoco puede ser otorgada, como un favor, a los más merecedores de ella. Y como mis palabras encierran la magia, para que puedas conocer la verdad. Si ella no desea tu beso, no será libre.-
Jace sintió que la sangre le inundó la cara. Era vagamente consciente de Simon discutiendo de que Jace y Clary eran hermanos, que no estaba bien, pero él lo ignoró. La Reina Seelie estaba mirandole, y sus ojos eran como el mar antes de una tormenta mortal, y él quería decirle gracias. Gracias. 
Y era la cosa mas peligrosa de todo, pensó, mientras al rededor de él sus compañeros alegaban sobre si Clary y Jace tenían que hacerlo, o lo que cualquiera de ellos estaría dispuesto a hacer para escapar de la Corte. Permitir a la Reina darte algo que querías- algo que en serio, en serio querías- era ponerte a ti mismo en su poder. ¿Cómo lo supo al verlo, se preguntó?. ¿Que esto era lo que él había pensado, querido, despertado de sus sueños jadeando y sudando? Que, cuando él pensaba, en serio pensaba, sobre el hecho de que el podría nunca mas besar a Clary otra vez, el quería morir o herir, o sangrar tan duro, que subía al ático o al tren a solas por horas hasta que estaba tan exhausto y no tenía mas opción que caer rendido, exhausto. Había tenido moratones en la mañana, moratones y cortes y la piel rasguñada y si él hubiera podido nombrar todas sus heridas todas hubieran tenido el mismo nombre: Clary, Clary, Clary.
Simon todavía estaba hablando, diciendo algo, molesto de nuevo. -No tienes que hacer esto, Clary, es un truco...- 
-No un truco,- dijo Jace. La calma en su propia voz le sorprendió. -Una prueba.- El miró a Clary. Estaba mordiendose el labio, su mano enredada en un rizo de su cabello; los gestos tan característicos, tan parte de ella, que hicieron trizas su corazón. Simon estaba alegando con Isabelle ahora, mientras la Reina Seelie se retraía y los miraba como un gato elegante y divertido. 
Isabelle sonaba exasperada. -¿A quien le importa de todos modos? Es solo un beso.- 
-Es cierto.- dijo Jace. 
Clary lo miró entonces, finalmente, y sus amplios ojos verdes descansaron en él. El se movió hacia ella, y mientras lo hacía, el resto del mundo cayó lejos hasta que solo fueron ellos, como si estuvieran bajo el reflector del escenario de un auditorio vacío. Puso su mano sobre su hombro, volteandola para que le mirara. Ella había dejado de morderse el labio, y sus mejillas estaban sonrojadas, sus ojos un verde brillante. El podía sentir la tension en su propio cuerpo, el esfuerzo de contenerse, de no jalarla contra él y tomar ésta unica oportunidad, aunque fuera peligrosa y estupida y poco sabia, y besarla del modo en que sabía que nunca podría, en su vida, ser capaz de besarla de nuevo. 
-Es solo un beso,- dijo, y escuchó la aspereza en su propia voz, y se preguntó si ella la escuchó también. 
No es que importara - no había manera de esconderlo. Era demasiado. El nunca había deseado como ahora, antes. Siempre habían habido chicas. Se había preguntado a sí mismo, en la madrugada, mirando el vacío en las paredes de su habitación, que hacía a Clary tan distinta. Ella era hermosa, pero otras chicas eran hermosas. Ella era inteligente, pero había otras chicas inteligentes. Ella lo entendía, reía cuando él reía, veía a través de las defensas que él había puesto sobre lo que había debajo. No había Jace Wayland mas real que aquel que él veía en sus ojos cuando ella le miraba. 
Pero aun así, tal vez, el pudiera encontrar todo eso en algun otro sitio. Las personas se enamoraban y perdían, y lo superaban. Él no sabía por qué él no podía. Él no sabía por qué ni siquiera quería hacerlo. Todo lo que sabía era que lo que fuera que le debiera al cielo o al infierno por esta oportunidad, el iba a hacer que contara. 
Se estiró y tomó sus manos, entrelazando sus dedos con los de ella, y susurró en su oído. -Puedes cerrar los ojos y pensar en Inglaterra si lo prefieres,- le dijo. 
Sus ojos parpadearon cerrándose, sus pestañas cobrizas unas líneas contra su pálida y frágil piel. -Nunca he estado en Inglaterra,- dijo y la suavidad, la ansiedad de su voz casi lo desarma. Él nunca había besado a una chica sin saber si ella lo quería tambien, usualemente mas que lo que él quería; y ésta era Clary, y él no sabía lo que ella quería. El deslizó sus manos sobre las de ella, sobre las mangas de su camiseta húmeda, hacia sus hombros. Sus ojos permanecieron cerrados, pero tembló, y se inclinó hacía él- ligeramente, pero era permiso suficiente. 
Su boca bajó hasta la de ella. Y estaba hecho. Todo el autocontrol que había prodigado las semanas anteriores, se fue como agua estrellándose contra un dique roto. Los brazos de ella subieron al rededor de su cuello y él la jaló contra él, y ella era suave y flexible pero sorpresivamente fuerte como nadie que él hubiese sostenido alguna vez. Sus manos se aplastaron contra su espalda, presionadola contra él, y ella estaba alzándose en las puntas de sus pies, besándole tan ferozmente como él estaba besándola a ella. Deslizó la lengua sobre sus labios, abriéndole la boca bajo la de él, y ella sabía a sal y a dulce, como el agua de hada. El la sostuvo mas firmemente, enredando sus manos en su cabello, tratando de decirle con la presión de su boca en la de ella, todas las cosas que nunca podría decirle en voz alta: Te amo; te amo y no me importa que seas mi hermana; no estés con el, no lo quieras, no te vayas con él. Está conmigo. Quiéreme. Quédate conmigo. No se como estar sin ti.
Sus manos se deslizaron hacia su cintura y estaba jalandola contra él, perdido en las sensaciones que viajaban en espiral por sus nervios y sangre y huesos, y no tenía idea de que hubiera hecho o dicho después; si hubiera habido un modo, el no hubiera pretendido nunca alejarse o des hacerlo; pero oyó un suave siseo de risa -la Reina de las Hadas- en sus oídos, y lo trajo de vuelta a la realidad. Se alejó de Clary antes de que fuera demasiado tarde, deshaciendo sus manos de alrededor de su cuello y dando un paso atrás. Se sintió como si cortara su propia piel, pero lo hizo. 
Clary estaba mirándole. Sus labios entreabiertos, sus manos aun abiertas. Sus ojos estaban amplios. Detrás de ella, Isabelle estaba boqueando mirándoles; Simon se veía como si fuera a vomitar. 
Ella es mi hermana, pensó Jace. Mi hermana. Pero las palabras no significaban nada. Podrían haber estado en un idioma extranjero. Si hubiera habido cualquier esperanza de que el pudiera llegar a pensar en Clary como solo su hermana, con esto- lo que acababa de pasar entre ellos- había explotado en mil pedazos como un meteorito estrellándose en la superficie de la tierra. El trató de leer el rostro de Clary; ella se sentía del mismo modo?. Se veía como si no quisiera nada mas que darse la vuelta y salir corriendo. Se que lo sentiste, le dijo con los ojos, y era a medias un triunfo amargo y una súplica. Sé que lo sentiste, también. Pero no hubo respuesta en su rostro; ella enredó sus brazos alrededor de sí misma, del modo que siempre hacía cuando estaba molesta, y se abrazó a si misma como si tuviera frío. Miró lejos de él. 
Jace sintió como si su corazón estuviera siendo exprimido en un puño. El se giró hacia la Reina. -¿Fue eso lo bastante bueno?- exigió. -¿Eso, le entretuvo?-
La Reina le dio una mirada: especial y confidente y compartida entre ellos dos. 
Le advertiste sobre nosotros, la mirada parecía decir. Que la heriríamos, la romperíamos como podrías romper una ramita entre los dedos. Pero tu, quien pensaste que no podías ser tocado- tú eres quien fue roto. -Estamos bastante entretenidos,- dijo ella.-Pero creo que no tanto, como ustedes dos.- 



Fuente: Cassie Clare
Traducción: Ciudades Mecánicas.
Fotografía: Autor desconocido. 

sábado, 10 de septiembre de 2011
Posted by Lady Bellalice Blackthorn

No había Jace Wayland mas real...



Clary miró hacia arriba entonces, al fin, y sus amplios ojos verdes descansaron en él. [...] "Es solo un beso," dijo él, y escuchó la aspereza en su propia voz, y se preguntó si ella la había escuchado, tambien. [...] Ella era hermosa, pero otras chicas eran hermosas. Ella era inteligente, pero había otras chicas inteligentes.
Ella le entendía, reía cuando él reía, veía a través de las defensas que él levantaba sobre lo que había debajo.
No había Jace Wayland mas real, que aquel que él veía en sus ojos, cuando ella le miraba. 

 Because it's bitter - Perspectiva de Jace sobre la corte Seelie en Ciudad de Cenizas. 
-Cassandra Clare.
Posted by Lady Bellalice Blackthorn

Pérdida: Perspectiva de Will sobre Angel Mecánico


Primero que nada quiero agradecer a Cassandra Clare por permitirme hacer esta traduccion.

First of all thank you Cassandra for allow me to do this translation. But most of all for being so kind to all your fans and keep us well fed while we wait anxiously for the next book. Thank you Cassie you are the best! 



Esto es un trozo extraido del libro "El Ángel Mecánico" de Cazadores de Sombras los Origenes. Pueden ver su original en el siguiente enlace:  aquí

CONTINE SPOILERS de Angel Mecánico, asi que si no lo has leido aun, abstente de seguir despues del corte. 

Si encuentran cualquier error en la traducción háganmelo saber para poder corregirlo. Sientanse libres de poner esto en sus páginas de fans con la condición de dar honor a la autora Cassandra Clare y si son tan amables de incluirme como traductora se los agradeceré.

Saludos y que lo disfruten mucho.



Pérdida: Perspectiva de Will sobre los sucesos del Ángel Mecánico, páginas 285-292.
Will Herondale estaba quemándose.
Esta no era la primera vez que hubiera consumido sangre de vampiro, y él conocía el patrón de la enfermedad. Primero era una sensación de mareo y euforia, como si uno hubiese bebido demasiada ginebra- el corto periodo de placentera embriaguez antes de que lo insano se asentase. Entonces el dolor, empezando en los dedos de las manos y los pies, haciendo su camino hacia arriba como si líneas de pólvora hubieran sido esparcidas por su cuerpo y estuvieran incendiándose en su camino hacia su corazón.
El había escuchado que el dolor no era tan grande para los humanos: que su sangre, mas delgada y débil que la de un Cazador de Sombras, no peleaba contra la enfermedad demoníaca como la sangre de Nephilim. El fue vagamente consciente de cuando Sophie entró con el agua bendita, salpicándolo con la cosa fría mientras dejaba abajo las cubetas y luego salía otra vez. El odio de Sophie hacia él era tan seguro como la neblina en Londres; él podía sentirlo salir de ella cuando fuera que ella estuviera cerca de él. La fuerza de ello lo hizo levantarse sobre sus codos ahora. El acercó una cubeta y la vació sobre su cabeza, abriendo la boca para tragar lo que pudo.
Por un momento, extinguió el fuego ardiendo en sus venas completamente. El dolor retrocedió excepto por el golpeteo en su cabeza. El se recostó cuidadosamente, doblando un brazo sobre su cabeza para bloquear la difusa iluminación viniendo de las ventanas bajas. Sus dedos parecían dejar un rastro de luz mientras se movían. Escuchó la voz de Jem en su cabeza, regañándolo por arriesgarse a sí mismo. Pero el rostro que vio contra sus pestañas no era Jem.
Ella estaba mirándolo. La voz más oscura de su consciencia, el recordatorio de que él no podía proteger a nadie, y menos a sí mismo. Se veía del mismo modo en que la había visto la última vez; ella nunca cambiaba, lo cual era la forma en que él sabía que ella era un producto de su imaginación.
“Cecily,” él susurró. “Cecy, por el amor de Dios, déjame estar.”
“Will?” Eso lo sorprendió; ella se le aparecía a menudo, pero rara vez hablaba. Ella extendió su mano hacia él, y él la hubiera extendido también hacia ella, si no fuese por el estruendo del metal que lo sacó de su ensimismamiento.
“¿Has vuelto, Sophie?”, dijo Will. “Te dije que si me traías otro de esos cubos infernales, yo…”
“No es Sophie,” vino la respuesta. “Soy yo. Tessa.”
El golpeteo de su propio pulso llenó sus oídos. La imagen de Cecily se desvaneció contra sus parpados. Tessa. ¿Por qué la habrían enviado? ¿Lo odiaba tanto Charlote como para hacer esto? ¿Esto era alguna clase de lección para ella sobre las indignidades y peligros del submundo? Cuando abrió los ojos él la vio de pie delante de él, aun en su vestido de terciopelo y guantes. Sus rizos oscuros saltando contra su pálida piel y sus pómulos estaban manchados, ligeramente, con sangre, probablemente de Nathaniel.
Tu hermano, sabía que debería decirlo. ¿Cómo está? Debe haber sido una conmoción verle. No hay nada peor que ver a alguien que amas en peligro.
Pero habían sido años, y él había aprendido a tragarse las palabras que quería decir, a transformarlas. De algún modo ellos terminaron hablando de vampiros y sobre el virus y como era transmitido. Ella le dio el cubo con una mueca- bien, ella debía estar asqueada de él- y él lo usó de nuevo para apaciguar el fuego, para aquietar el ardor en sus venas, garganta y pecho.
“¿Eso ayuda?” preguntó ella, mirándolo como sus claros ojos grises. “Rociarlo sobre tu cabeza de esa manera?”
Will se imaginó como debía verse para ella, sentado en el piso con una cubeta sobre su cabeza, e hizo un sonido estrangulado, casi una risa. ¡Oh, el glamour de los Cazadores de Sombras! ¡La vida del guerrero que había soñado cuando niño!
 

“Las preguntas que haces…” el comenzó. Alguien más, alguien que no fuera Tessa, posiblemente se hubiera disculpado por preguntar, pero ella solo se quedó quieta, mirándolo como un pajarillo curioso. El no pensó haber visto a alguien alguna vez con el color de sus ojos: era el color de la niebla gris soplando desde el mar en Gales.
No podías mentirle a alguien con ojos que te recordaban a tu niñez.
“La sangre me da fiebre, hace que mi piel arda,” admitió. “No puedo enfriarme. Pero, si, el agua ayuda.”
“Will,” dijo Tessa. Cuando el miró hacia arriba otra vez, ella parecía tener un halo de luz, como un angel, aunque él sabía que era la sangre de vampiro entorpeciendo su visión. De pronto ella estaba moviéndose hacia él, recogiendo sus faldas fuera del camino para sentarse junto a él en el suelo. El se preguntó por qué estaba haciendo eso, y se dio cuenta para su propio horror que él se lo había pedido. El se imaginó que la enfermedad de vampiro en su cuerpo, estaba rompiendo su sangre, debilitando su voluntad. El sabía, racionalmente, que él había bebido suficiente agua bendita para matar la enfermedad antes de que le hubiera llegado a los huesos, y que él no podía culpar a la enfermedad por su falta de control. Y aun así – ella estaba tan cerca de él, lo bastante cerca para que él sintiera el calor irradiando de su cuerpo.
“Nunca ríes,” ella decía. “Te comportas como si todo fuera divertido para ti, pero nunca ríes. Algunas veces sonríes, cuando crees que nadie está poniendo atención.”
El quería cerrar los ojos. Sus palabras lo traspasaron como un corte limpio de una espada serafín, incendiando sus nervios. El no tenía idea de que ella lo hubiera observado tan de cerca, o tan acertadamente. “Tu,” él respondió. “Tú me haces reír. Desde el momento en que me golpeaste con ese jarrón. Por no mencionar la forma en que siempre me corriges. Con esa expresión graciosa en tu cara cuando lo haces. Y la manera en que le gritaste a Gabriel Lightwood. E incluso la forma en que hablaste allá con de Quincey. Tú me haces…”
Su voz se cortó. El pudo sentir el agua fría goteando por su espalda, sobre su pecho, contra su piel acalorada. Tessa estaba sentada a solo pulgadas de él, oliendo a talco y perfume y transpiración. Sus rizos húmedos enroscándose contra sus mejillas, y sus ojos estaban muy abiertos mirándole, sus pálidos labios rosas ligeramente abiertos. Ella se acomodó un mechón de cabello, y él sintiendo como si se ahogara, se estiró por su mano. “Aun hay sangre,” dijo él, desarticuladamente. “En tus guantes.”
Ella comenzó a alejarse, pero Will no podía dejarla ir; estaba ahogándose, aun, ahogándose, y el no podía soltarla. El volteó su pequeña mano derecha. Tenía el más fuerte deseo de alcanzarla completamente, de jalarla contra él y estrecharla en sus brazos, para abarcar su delgado y fuerte cuerpo en el de él. Inclinó la cabeza; contento de que ella no pudiera ver su cara cuando la sangre se apuró a ella. Sus guantes estaban desgarrados, rotos donde ella había aferrado las esposas de su hermano. Con un sutil movimiento de sus dedos, él abrió los botones de perlas que mantenían el guante cerrado, desnudando su muñeca.
El podía escucharse respirar. El calor extendiéndose por su cuerpo- no el calor antinatural de la enfermedad vampírica, sino el más ordinario rubor del deseo. La piel de su muñeca era tan pálida que traslucía las venas azules debajo visiblemente. El pudo sentir el aleteo de su pulso, sentir el calor de su aliento contra su mejilla. El acarició la suavidad de su muñeca con la punta de sus dedos y medio cerró los ojos, imaginando sus manos sobre el cuerpo de ella, la suave piel de sus brazos, la sedosidad de sus piernas escondidas debajo de sus faldas voluminosas.“Tessa,” dijo, como si ella tuviera la mínima idea del efecto que ella estaba teniendo sobre él. Había mujeres que podrían haberla tenido, pero Tessa no era una de ellas. “¿Que quieres de mi?”
“Yo-yo quiero entenderte,” susurró.
La idea era bastante horrorífica. “¿Es eso en realidad necesario?”
“No estoy segura de que alguien te entienda,” ella susurró, “excepto posiblemente Jem.”
Jem. Jem se había rendido en entenderlo hace mucho tiempo, pensó Will. Jem era un estudio sobre como podías amar a alguien sin entenderlo para nada. Pero la mayoría de las personas no eran Jem.
“Pero quizás el solo quiere saber que hay alguna razón,” ella estaba diciendo. Su mirada era feroz. Nada la hacía dejar de discutir, o que le importase: en eso, ella era como Jem: la pérdida no la había amargado, y la traición no menguaba su fe. Inconscientemente ella le arrebató la mano para gesticular apasionadamente, y él la atrapó, deslizando el guante de su mano. Ella jadeó, como si él hubiese puesto las manos en su cuerpo, la sangre elevándose para manchar sus mejillas. Su pequeña mano desnuda que estaba enroscada como una paloma dentro de la suya, se quedó quieta. El la escuchó chillar en una voz baja, y levantó su mano para verla sentada completamente quieta, su mano levantada, sus ojos cerrados y sus labios medio abiertos.
El había besado chicas, otras chicas, cuando el básico deseo físico había superado al sentido común; en oscuros rincones en las fiestas o bajo el muérdago. Besos rápidos apresurados, la mayoría de ellos, aunque algunos sorpresivamente expertos – ¿donde habría aprendido Elspeth Mayburn como hacer lo que hacía con sus dientes, y porque nadie le había dicho que esa no era una buena idea?- pero esto era diferente.
Antes, había una tensión controlada, una decisión deliberada de ceder a lo que su cuerpo le pedía, separada de cualquier otro sentimiento. Libre de cualquier emoción del todo. Pero esto- esto era un calor fluyendo por su pecho, acortándole el aliento, enviando una ola de escalofríos por su piel. Esto era un sentimiento de dolor cuando él dejó ir su mano, una enfermedad de pérdida que solo se curó cuando el la jaló hacia él a través del suelo astillado, sus manos ahuecando la parte de atrás de su cuello mientras sus labios descendían sobre los de ella con ternura y fiereza a partes iguales.
La boca de ella se abrió debajo de la suya, indecisa, y en algún rincón su mente chilló por disminuir el ritmo, por que por alguna razonable deducción este era su primer beso. El forzó sus manos para calmarse, para gentilmente soltar los pasadores en su cabello y acariciar los rizos sobre sus hombros y espalda, sus dedos recorriendo ligeros patrones sobre sus suaves mejillas y hombros desnudos. El cabello de ella se sentía como seda cálida corriendo a través de sus dedos, y su cuerpo presionado contra el de él, era toda suavidad. Sus manos eran ligeras como plumas en la parte de atrás de su cuello, en su cabello; cuando la acercó aun mas, ella hizo un sonido bajo contra su boca que hizo que se fuera casi hasta el último de sus pensamientos.
El comenzó a recostarla en el piso, moviendo su cuerpo sobre el de ella-
Y se congeló. El pánico corrió a través de su sangre en un flujo hirviendo cuando vio la entera frágil estructura que había construido alrededor suyo, desmoronarse, todo por esto, esta chica, quien rompió su control como nadie lo había hecho. El separó su boca de la de ella, empujándola lejos, con la fuerza de su terror casi la golpea. Ella lo miró a través de la enmarañada cortina de su cabello, su rostro pálido con la sorpresa.
“Dios en el cielo,” el susurró. “¿Qué fue eso?.”
El asombro era claro en el rostro de ella. Su corazón se contrajo, bombeando auto desprecio por sus venas. La única vez, él pensó. La única vez-
“Tessa,” dijo. “Creo que es mejor que te vayas.”
“¿Irme?” Los labios de ella se abrieron; estaban hinchados por sus besos. Era como mirar a una herida que él hubiera infringido, y al mismo tiempo, el no quería más que besarla de nuevo. “No debí ser tan atrevida. Lo siento-”
“Dios.” La palabra lo sorprendió; él había dejado de creer en Dios hacía mucho tiempo, y ahora él lo había invocado dos veces. El dolor en el rostro de ella era casi insoportable, y no menos porque él no tenía intención de lastimarla. Tan a menudo, el pretendía lastimar y herir, y esta vez, el no lo había querido- no en lo absoluto – y él había causado más dolor del que podía imaginar. El no deseaba más que extenderse y tomarla en sus brazos, no para satisfacer su deseo sino para repartir ternura. Pero hacerlo, solo empeoraría las cosas más allá de lo imaginable. “Solo déjame solo ahora,” se escuchó a si mismo decir. “Tessa. Te lo ruego. ¿Lo entiendes? Estoy suplicándote. Por favor, por favor, déjame.”
Su respuesta vino, finalmente, rígida con dolor y enojo. “Muy bien,” dijo, aunque claramente no lo estaba. El se permitió mirarla por el rabillo del ojo: ella era orgullosa, no iba a llorar. Ella no se molestó en recoger los pasadores del cabello que él había desparramado; ella solo se puso de pie y le dio la espalda.
El sabía que no se merecía menos. Se había lanzado sobre ella sin importarle su reputación o la falta de decoro de su pasión. Jem se lo hubiera pensado. Jem hubiera sido más cuidadoso de sus sentimientos. Y hubo una vez, pensó mientras los pasos de ella se desvanecían, él también lo fue. Pero el ya no conocía a esa persona. El había cubierto a ese Will hacía tanto tiempo con pretensiones, que era la pretensión a la que él recurría primero, y no a la realidad. El enterró las uñas en los paneles del piso, dándole la bienvenida al dolor, porque era poco comparado con el dolor de saber que había perdido más que la buena opinión de Tessa esta noche. El había perdido a Will Herondale. Y no sabía si podría recuperarlo alguna vez.


Fuente: Cassie Clare Live Journal 
Traducción: [ciudadesmecánicas]
martes, 16 de agosto de 2011
Posted by Lady Bellalice Blackthorn

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