Posted by : sonirueda2009 viernes, 23 de septiembre de 2011



Para permitir a la Reina darle algo que ella quería - realmente, realmente quería - era ponerte a ti en su poder. ¿Cómo no se había dado cuenta, se pregunto? Que esto era sobre lo que pensaba, lo que quería, despertó de un sueño de, jadeando y sudando? Que cuando él pensaba, realmente pensaba, sobre el hecho que tal vez nunca obtendría un beso de Clary, el quería morir o herirse o sangrar de mala manera que subiría hasta el ático y entrenaría por horas hasta que estuviera tan agotado para no tener más elección que salir, exhausto.
Tendría contusiones en la mañana, contusiones y cortes y la piel raspada y si podría nombrar todas sus lesiones que habrían tenido el mismo nombre: Clary, Clary, Clary.




Se agachó y le tomó las manos, uniendo sus dedos con los de ella y susurrando en su oído. "Puedes cerrar los ojos y pensar en Inglaterra, si quieres,” dijo él.

Los ojos de ella revolotearon cerrados, sus pestañas como líneas de cobre contra su pálida y frágil piel. "Nunca he estado en Inglaterra," dijo ella, y la suavidad, la ansiedad en su voz casi le deshizo. Nunca había besado a una chica sin saber que lo quería también, por lo general más que él, y ésta era Clary, y él no sabía lo que ella quería. Deslizó sus manos sobre ella, sobre las mangas de su camisa aferrándose hacia sus hombros. Sus ojos permanecía aun cerrados, pero ella temblaba y se apoyaba en él - apenas, pero fue suficiente el permiso.

Su boca cayó sobre ella. Y éso fue todo.

Todos el auto-control que había ejercido en las últimas semanas se fue, como el agua estrellándose a través de un dique roto. Sus brazos se acercaron al cuello y él la apretó contra él, y ella era suave y flexible, pero sorprendentemente fuerte como nadie a quien él hubiese sostenido antes. Sus manos se aplastaron contra su espalda, presionándola contra el y ella estaba en la punta de los pies, besándolo tan ferozmente como él la besaba. Movió la lengua por los labios, abriendo su boca debajo de la de ella y supo como a sal y dulce como el agua de hadas. Se aferró a ella con más fuerza, anudando sus manos en su cabello, tratando de decirle, con la pasión de su boca en ella, todas las cosas que nunca le había dicho en voz alta: Te amo, Te amo y no me importa que seas mi hermana; no estés con él, no lo quieras, no salgas con él. Permanece conmigo. Quiéreme. Quédate conmigo.


No sé como estar sin ti.


La reina lo miró: especial, secreta y compartida entre los dos.
Se les advirtió acerca de nosotros, parecía decir su mirada.
Que le haríamos daño, rompiéndola como se puede romper a una ramita entre tus dedos.
Pero tú, que pensabas que nunca podrías ser tocado – eres el que ha sido quebrado.




Si no moriste con la corte Seelie cuando leíste Ciudad de Cenizas, ahora, esta versión te dejará de cabeza

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